viernes, 8 de mayo de 2015

Y tú qué sabes

Imaginamos, intuimos… pero si no lo hemos vivido, aún no sabemos nada. Así funciona el juego desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos, así es como aprendemos a jugar. Viviendo, perdiendo, apostando. No sabemos lo maravillosa que es nuestra existencia hasta que una noticia inesperada llama a la puerta y el mundo se pone del revés y el frío quema y las dudas muerden. Y todo lo que creíamos saber se convierte en anécdotas de folletín, porque en ese momento empieza la verdadera lección.

No sabemos qué significa perder hasta que no nos meten un gol en el tiempo de descuento y los sueños se desmoronan como un castillo de naipes ordenados a conciencia. Así descubrimos que las derrotas duelen, que la brevedad de lo dulce asusta y que las injusticias se cuelan entre el gentío sin avisar. No sabemos qué se siente al ganar si antes no hemos perdido, no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Desconocemos lo largo que va a ser el camino hasta que no echamos a andar y las piedras se multiplican por cinco y las heridas por cien, y tropiezas y caes y te levantas. Aprendemos a levantarnos solo si caemos.

No sabemos explicar el dolor que provoca una despedida hasta que ese último suspiro se nos atraganta, y una última mirada nos acompaña entre llamadas a pasajeros despistados. Recuerdo su mirada y aquel aeropuerto atestado de maletas y mis ojos susurrando un adiós definitivo, suplicando que se parara el tiempo. Si no has vivido algo parecido, aún no sabes a qué saben las despedidas. Aún no sabes qué se siente cuando los segundos te persiguen sin compasión y los instantes se escapan como arena entre tus dedos.

No sabemos, no descubrimos qué color viste la oscuridad hasta que la última vela se apaga. No sabemos qué es el amor hasta que no temblamos de miedo y de ganas, y un escalofrío recorre nuestro cuerpo en pleno verano y un beso nos deja sin las palabras que habíamos ensayado frente al espejo. No sabemos que somos capaces hasta que no lo intentamos, no sabemos que el tiempo es limitado hasta que no le damos la vuelta al reloj y alguien nos zarandea, nos mira a los ojos y nos dice: despierta.

Creemos que lo sabemos todo pero, en realidad, no sabemos nada…

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