lunes, 12 de octubre de 2015

Personas que son puertas


Hay puertas de todas las clases y colores, tantas puertas como clases de besos y tipos de lluvia. Lo pensé el otro día cuando estaba en Brico Depot y me paré en la sección de puertas.

Las hay acorazadas, endebles, blancas, de madera… Y las hay que ocultan secretos, que son capaces de mostrar más de lo que imaginas. Ahí reside la magia de las puertas, no importa el material ni la dimensión, lo realmente fascinante es que siempre esconden algo al otro lado. Toda historia comienza abriendo o cerrando una puerta. Las hay que si hablaran, callarían bocas. Hay puertas que son de paso, las ves tan a menudo que ni siquiera te fijas en ellas, y otras que te animan a dar el paso. Las hay que vencen al primer toque de nudillos y otras que jamás se abren, y casi mejor; lo que hay detrás quizás no sea lo que esperas, quizás no sea para ti.

Me gustan todas las puertas menos las giratorias. Ni se abren ni se cierran, nunca sabes si te vas a quedar dentro de ella, atascado, viendo el mundo dentro de un cristal. Son un puñetero círculo vicioso. Esas puertas crean tensión. Si no sales cuando toca, puedes dar vueltas extra y marearte porque ni entras ni sales. Sí, hay personas que provocan la misma sensación. Hay personas que son puertas, que te llevan lejos una vez las traspasas, y hay otras que son giratorias, puede que no te lleven a ninguna parte…

domingo, 4 de octubre de 2015

Sonrisas para abanicarme si hace calor

El pasado viernes fue el Día Mundial de la Sonrisa. Hablemos de las sonrisas. Me fascinan las personas que siempre sonríen, yo no tengo esa bonita capacidad. No sonrío pierda o gane, pase lo que pase, sople el viento de Levante o de Poniente; no sonrío si me levanto a las siete y tengo frío y sueño y está lejos o en mis sueños. Pero cuando sonrío lo hago de verdad. 

Y es que hay sonrisas de plástico que no dicen nada, de postureo inútil y palmaditas en la espalda, que lo único que dan es tos y disgustos y ganas de llorar. Hay sonrisas del todo a 100, falsas y chaqueteras, estas salen caras: las calo al primer golpe de vista, se rompen al tercer uso, se gastan si se lavan.

Hay sonrisas cómplices que gritan en silencio lo que las palabras callan. Hay sonrisas de repuesto, de las que se guardan en el bolsillo trasero del pantalón para casos de emergencia; sonrisa nueva y a rodar. Hay sonrisas pícaras que juegan a las adivinanzas, que suman alegrías y restan problemas. Hay sonrisas que empiezan como un juego y se convierten en un idioma sin palabras. Y si ganas… ganas confianza, y si pierdes… pierdes el miedo junto a la ropa.

Y hay sonrisas que enamoran, que resumen mundos en los que me gustaría vivir… aunque fuera de okupa. Esta, esta es la suya.