Sobre mí

“Si es lo que quieres”. Ahí tenéis lo que contestaron mis padres cuando les dije que quería estudiar Periodismo. Unas caritas de resignación… Cero aplausos y cero intentos de hacerme cambiar de idea. No hubiera servido para nada. A los siete años les pedí una máquina de escribir y en ese momento empezó todo. La culpa de ellos, por regalármela. En realidad, me faltará vida para agradecerles el regalo, porque frente a una máquina de escribir descubrí el significado de la palabra “felicidad”. Hay tormentas que se intuyen, hay capítulos que se ven venir.

Ha llovido mucho desde que acabé la carrera, me he mojado bastante, no soy de llevar paraguas; un paraguas no, pero confieso que el otro día encontré en mi bolso una linterna y tres clavos, ¿por qué y para qué? No lo sé, pero ahí estaban, creo que el hallazgo merece un post. Bueno a lo que voy, que me lío. He trabajado en redacciones de periódicos y en gabinetes de prensa, y he escrito la novela que un día soñé. A lo largo del camino he conocido a personas interesantes, interesadas, ambiciosas, encantadoras, también desesperadas. De cada una de ellas he aprendido algo que guardo en un cajón que no paro de abrir. He vivido en otros países y me han enseñado mundos que merecen ser contados.

Escribir, lo que siempre he querido. Las letras me alcanzaron y me dejé conquistar. Me gusta bailar al ritmo que ellas me marcan. Así son las vocaciones; te hacen volar, dan pulso, te asaltan cuando no levantas un palmo del suelo. Si luchas contra una pasión, pierdes. Y no puedo perder la ilusión, que acabo de empezar y aún me queda muchísimo por hacer y por  aprender.

Qué más, qué más… También observo. Escucho conversaciones ajenas que me hacen reír a carcajadas, y otras que me rompen por dentro hasta mojar las calles. Respiro. Vivo. Me mezclo con desconocidos para conocerme mejor. Guardo notas en mis bolsillos. Ando, ando mucho para descubrir lo que hay al otro lado. Y leo, de todo; tonterías meditadas, sermones de saldo y frases célebres que debería tatuarme en la frente. Vuelvo a mirar alrededor en silencio, me muerdo el labio (que no la lengua), mareo un bolígrafo entre mis dedos. Y justo después de hacer todo eso, me siento… y escribo.

Ay, qué complicado es hablar de uno mismo a quemarropa, me da una vergüenza tremenda y me está costando horrores. Así que si te apetece saber algo “sobre mí” y mis locuras (no son pocas), te invito a leer este modesto blog que a partir de hoy es tan tuyo como mío.

Bienvenid@, y mil gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario