jueves, 21 de mayo de 2015

Atrás, maldito

Salto de página en página y, no sé cómo, acabo el peregrinaje improvisado en un artículo que se llama: Alimentos que no deben coincidir en tu plato. Voy a leerlo, que yo soy muy de mezclas explosivas que no se alivian ni con indigestión de ENO. Prohibido: espinacas y queso, postre y vino, pan blanco y mermelada, leche y cereales. Frunzo el ceño. Suena a chiste gastronómico. Qué kamikaze soy, mezclo eso y más, sin miramiento. No me tiembla el pulso, ni el corazón ni el rabillo del ojo. Y sigo viva. Lo mejor del artículo es que me conduce a otra idea igual de fascinante... Si hay alimentos que no deben coincidir en tu plato, también hay personas que no deberían coincidir en tu vida. O sí.

Hace unos días paseaba mi vista por los estantes de una librería, cuando un ejemplar llamó mi atención. Freno el paso, sonrío, mareo el libro entre mis manos. No conozco al autor pero si la temática. La portada es tan amarilla como un taxi de Nueva York. Lo devuelvo a su hábitat, y sigo mi camino. Freno el paso, doy media vuelta. Hay libros que gritan y te hacen volver atrás. Gente tóxica, de Bernardo Stamateas. Ha vendido casi 500.000 ejemplares. Por lo que veo hay mucho mamón tóxico por las calles, y otras tantas almas cándidas que no saben manejar las artimañas de esa gente que siente la gloria bendita cuando le jode la vida al prójimo. 

He coincidido con un sinfín de energúmenos tóxicos. Manipuladores, envidiosos, neuróticos, falsos… Están en cada cruce. Los reconozco en un primer golpe de vista sin necesidad de parpadear. Controlo el tema de la crueldad intolerable, pero aun así compro el libro del amigo Stamateas. Es psicólogo y argentino, qué binomio más apetecible. El libro me hace volver atrás, al pasado. Y el nombre de alguien titila ante mis ojos con ansias de cegarme. Trabajé para esa persona hace muchos años y se ganó a conciencia que la recuerde en estas líneas. Las personas tóxicas no son felices, ni lo han sido ni pretenden serlo. La intentona sería un fracaso y no les gusta fracasar, pero les pone que tú fracases. Por mucho que procuren maquillar la realidad con palabras sutiles y estudiadas, tu desdicha es su dicha. Se nutren de tus momentos bajos, de tus debilidades, para alzar el dedo del triunfo. Pretenden hundirte, asfixiarte, limpiarte las ganas y los sueños para escupir sobre ellos. Y además, suelen gritar. 



Mi "superior" vociferaba como un reo en el corredor de la muerte. No desayunaba unas tostadas, no, engullía megáfonos de dos en dos. Me hacía ver borroso. Sus mandatos eran hostias y su actitud un interrogante. ¿Cómo vendrá hoy? Toda una incógnita. Su radio de acción era un campo de batalla sin trincheras, y yo ahí, esquivando la munición. Qué estrés, me hacía apretar la mandíbula una media de cincuenta veces al día. Y para colmo, despertó en mí instintos oscuros. Yo, que no le soplo ni a una hormiga por aquello del karma… Lo hizo porque se lo permitía. Ahí esta el quid de la cuestión. Las personas tóxicas no cambian. No intentes abanderar causas perdidas, así que, cambia tu actitud. Es más factible, pero no es fácil, por eso Stamateas y unos cuantos más escriben sobre el tema. Creo que esto no lo recoge el libro, pero si tienes la posibilidad de huir… huye. Si la persona tóxica es un familiar, amigo, una pareja maligna… Sé egoísta por una vez en tu vida, hazle una peineta y no cargues con frustraciones ajenas. Pero si tienes que aguantar el chaparrón sí o sí, cómprate un paraguas bien grande y aprende a respirar.

En mi caso, con aquel ser, opté por hacerme la loca para no perder la poca cordura que me quedaba. Me convertí en una espectadora desvergonzada, aplaudí sus delirios y asentí sus peticiones con medio bostezo. Cualquier táctica es buena para evitar salir lastimado de una guerra que no te pertenece. ¿Hay alimentos que no deberían coincidir en tu plato? ¿Hay personas que no deberían coincidir en tu vida? Seguramente, pero las indigestiones dan unas lecciones que no se olvidan. Tranquilidad y buenos alimentos… que falta hace.

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