sábado, 28 de noviembre de 2015

¿Qué piensas?

Cuando me arrodillo en el suelo y le pongo los zapatos a mi abuela, y le subo la cremallera del abrigo y le doy la mano por la calle. Ahí, es en ese instante eterno cuando me doy cuenta que el tiempo pasa a la velocidad del Concorde, que se agota como una canción que llega a su fin, como un reloj de arena al que le han dado la vuelta.

Es en esa fotografía para el recuerdo cuando desfilan ante mis ojos sus manos en mis pies de niña, su voz en mi oído, su risa en la mía, su pasado en mi presente, sus tristezas en mis líneas y sus alegrías en mis puntos suspensivos. Es en ese momento efímero cuando el resto del mundo me importa entre poco y nada, cuando lo demás está de más, cuando me gustaría parar el tiempo y guardar esa imagen en el bolsillo de mis vaqueros desgastados.

Ahí, cuando me mira como solo puede mirarme ella, cuando me intuye. Y yo me callo, despeinada y ausente entre el viento, cogida de su mano. Y me pregunta: ¿Qué piensas?

Imagino que pensaba esto, que no quiero que se acabe la canción, que ya no sé quién lleva a quién, que el tiempo pasa y que sé que me van a faltar días y me van a sobrar noches.



 

domingo, 15 de noviembre de 2015

De repente

Para bien o para mal un "de repente" siempre lo cambia todo. Los giros drásticos y de sentido suceden de repente. Y de repente un temporal abrumador que nadie esperaba, que te funde a negro. Y de repente una fiesta que nace de la nada y una mirada improvisada; alguien que nos deja o una llamada que te da la vida. Los de repente son abrazos buscados, personas que pasaban por ahí, aire fresco que deshace los recuerdos.

El de repente maneja el tiempo, teje lo que viene; es un parpadeo, un chasquido de dedos que cambia el escenario, incluso… tu papel. El de repente es una sacudida que marea. Sí, a veces se me acaban las teorías y quiero que lleguen los de repente. Los buenos, los que te hacen bailar y volverte loca.

martes, 3 de noviembre de 2015

Escribirnos menos y vernos más


Hay que escribirnos menos y vernos más; que poco nos decimos para todo lo que hablamos. Hay que verse más, sí, y mirarse a los ojos como si fuera la primera vez. Vernos y, si se tercia, olvidarnos de respirar durante un rato. No pensarlo y hacerlo y pedir una de lluvia para dos y sin paraguas. Y olvidarse del tiempo, que para verse y mojarse solo se necesita valor y ganas, no un reloj como coartada. Hay palabras que están de más si no se dicen a la cara.

Hay que escribirnos menos y vernos más. Hasta que nos duela mirarnos y tengamos que apagar la luz para vernos de verdad. Vernos y vestirnos de principios hasta descubrir el final. Sí, hay que verse más, y dejar de escribir te quieros para sentirlos debajo de la ropa. Y dejar el móvil olvidado en un cajón, junto al miedo. Quedarnos sin cobertura y quedar. Escribirnos menos y convertirnos en puntos suspensivos, en una historia que merezca ser contada.

Vernos para comprobar que hay silencios hechos a mi medida. Hay que verse y desnudarse, que no me gusta el frío.