lunes, 15 de febrero de 2016

A veces, el amor

El amor es lo que tiene, que a veces te baila el hambre, la risa y el agua; y a
veces… a veces, no. Y en el primer a veces es todo tan, tan. Tan creerte la reina de la pista y de los mares. Tan sentirte una maldita diosa, la más diva del barrio y parte de la galaxia aunque el despertador siga sonando a las seis de la mañana. El amor es tan, tan… que no sabes cómo ha pasado, pero que no deje de pasar, que no pasen los minutos, que se detenga el puñetero reloj en ese abrazo que te ha hecho volver a creer y te ha dado cuerda. Sí, porque el amor da cuerda y la rutina ya no parece tan ruin ni tan ruina ni tan mierda. Y puedes pensar en voz alta y desnudarte en voz alta y querer en voz alta. Porque el amor te hace crecer y te sientes más alta y más guapa y más, más, de muchas cosas que habías olvidado en un cajón, entre los recuerdos y los tangas bonitos y las miserias del día a día. A veces pasa el amor y te crecen alas y te vas lejos, a cualquier hora… Y la existencia te parece preciosa y posible sin necesidad de leer citas de Coelho.

Creo que todo el mundo, al menos una vez en la vida, debería vivir un amor de escándalo, de esos que te cortan la respiración y juegan con ella presentes inolvidables y sueños imposibles, de los que le dan sentido a la palabra complicidad y a las miradas que traducen instantes. Un amor de esos que se conjugan con la locura del momento y las risas del después; de los que te hacen querer y quererte más: con y sin ropa, con y sin miedos. Un amor digno de ser recordado, incluso escrito…

sábado, 6 de febrero de 2016

Esto también pasará

Prométeme que este dolor pasará… Susurra, porque está cansada para gritar. Y llora, porque el dolor y la traición a veces se destilan por los ojos. Y llora, porque piensa que su mundo se ha suicidado hasta un pozo profundo y angosto. Sé lo que siente porque un día yo también visité ese lugar. Es lo que tiene ser una viajera incansable.

Te lo prometo. Pasará. Te lo digo yo, que toqué fondo antes que puerto y bebí agua de mar antes que tequila con sal. Pasará, pero mientras pase, seguirás preguntándote cada noche qué hiciste mal y cómo pudiste malinterpretar cada te quiero susurrado. Repasarás mentalmente aquella maldita felicidad que te hacía vivir a tres metros sobre el cielo. No te tortures, de verdad, que la felicidad duele en el pecho si solo es un recuerdo. Y no les cojas demasiado cariño a los recuerdos, que son muy cabrones y vienen disfrazados de nostalgias.

Pasará. Y no de largo. No sin cambiarte. No sin enseñarte. De algo tiene que servirte besar el suelo y no mirar el cielo durante una temporada. ¿Sabes qué te enseña el dolor? A crecer, esto de crecer es que siempre te coge por sorpresa. Te enseña a resoplar y a mostrarte que aún te queda aire dentro. Y te enseña a desconfiar para luego volver a creer, en ti y en los demás, y en el amor a fuego lento. Y aprendes a recomponerte como un jodido puzzle de un millón de piezas. Y sí, te enseña que el suelo está demasiado frío y demasiado oscuro y demasiado todo. Un todo que no gusta. El dolor pasará. No sin enseñarte que tu corazón siempre le quedará grande a algunos chaqueteros que no abrigan. No sin enseñarte que tu dedo corazón puede ser la respuesta a todas las preguntas.

¿Y querías perderte esta lección vital? Pasará, corazón, pasará. Y le diremos adiós con un Chardonnay en la mano y una sonrisa en la cara, amiga.