domingo, 13 de diciembre de 2015

Adelante


Juro que a mí no me gusta escuchar conversaciones ajenas, pero estaban a un metro de distancia y estábamos prácticamente solos en el vagón de tren y, sí, la escuché.

Una primera cita entre dos personas que rondarían los sesenta. Por lo que intuí, se habían conocido por Internet. Hablaban de música, de perros, de amores perros también, de relaciones frustradas, del sexo como pilar base en una pareja, de que a él le gustaba la Fórmula 1 y a ella no. Y de gustos y disgustos tontos hasta que la mujer le preguntó: "Qué te gusta de mí". Se me abrieron los ojos de par en par. Y él contestó: "Tus ojos… y tu pelo… y tu boca". Y añadió que quería besarla. En ese momento me hubiera gustado gritar un 'ohhh' o un 'ay' porque iba a ser testigo de su primer beso. Y ella, como una adolescente tímida con ganas pero con temores, le dijo que no, que más adelante. Pues vaya, qué chafón. Yo quería beso.

Más adelante. Imagino que a los sesenta no se vive el amor igual que a los treinta, ni mejor ni peor, distinto; con distintas ansias, miedos y expectativas. Me hubiera gustado decirle a la mujer que no esperara a la próxima estación si aquel caballero le había regalado un sentimiento olvidado y le ponía nerviosa. Decirle que no más adelante, que adelante. Que disfrutara del trayecto si le atraían las vistas; que borrara el pasado y saltara. Y que los besos en estaciones pueden ser tan fugaces como un tren, sin embargo nunca se olvidan porque te pueden llevar lejos.

Pero una desconocida no puede decir esas cosas. Solo escribirlas ;)

Creo que esto no lo leerán en la vida. Espero que se lean entre ellos
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