Despedida de soltera

No, no, mía no. Que ya quisiera mi madre, porque eso significaría novio, anillo, sí quiero, en definitiva, boda y jaleo. Algo que ella sueña y que yo veo lejos; bah, miento, ni siquiera lo veo. Pero a lo que voy, ayer me fui de despedida de soltera. Despedida y soltera, soltera y despedida. Qué palabras más grandes y complejas. Conozco los dos vocablos, así que me he sentido obligada a escribir algo al respecto. Mi cabeza es una noria, tengo miles de letras que me esperan y poco tiempo… pero carraspeo, estiro brazos, me arremango, allá voy. 

Despedida. Soy una experta en despedidas, sí, de todas las clases y colores. De las de soltera, en estas todo es maravilloso. Claras candidatas a convertirse en un recuerdo inolvidable. Despedidas mágicas, con la amistad como telón de fondo, con flashes que te harán eterna. Despedidas con disfraces enigmáticos, con mujeres locas y anécdotas de manual, con risas que te hacen llorar, con alcohol que desata la lengua y con lenguas que beben en pajitas con penes. Pequeños o grandes. Según la despedida, según las ganas. Esto de los penes en la cabeza y en mi cubata me lleva de cabeza…

Y están las despedidas crueles, chungas, incomprensibles… las candidatas a convertirse en un recuerdo inolvidable, pero esta vez cambiamos las risas por las lágrimas, y el alcohol directamente por la resaca emocional. En estas despedidas también soy una especialista. Es más, me atrevo a decir que tengo un don. Soy una experta en últimas miradas. Si me despido de alguien sé cuándo no lo volveré a ver. Es algo que simplemente, siento. En estas despedidas te bebes los deseos y los abrazos te queman para luego dejarte helada. Sí, en estas despedidas no hay disfraces y casi nunca hay fotos. Nadie hace fotos para recordar momentos tristes, no hace falta, se quedan grabados en algún rincón de la memoria aunque no quieras.

Soltera. Si ya has cumplido los treinta… esta palabra es un drama. Y no para ti, sino para el resto del mundo. ¿No tienes novio? ¿No tienes hijos? Ya toca ¿no? Y te encañonan como si hubieras atracado a un grupo de ancianos… surrealista. A ciertas personas les puede resultar extraño que, si ya tienes los treinta, no tengas novio ni hijos ni perro. Una locura… Yo debo de estar muy loca porque a mí lo que me parece realmente extraño son esas parejas que aparentan una felicidad que no existe ni en sueños, o la chica que aguanta al putero de turno a su lado porque le da pavor estar sola (y viceversa) o las parejas que hacen "lo que toca" para no desentonar ni alterar el orden establecido.

No sé por qué esta palabra le da tanto miedo a la gente. A mí es que no me gusta perder el tiempo. Que nadie sufra por la soltería de nadie, que no es una enfermedad, lo juro. Y en mi caso, que nadie intente endosarme al amigo que sí está desesperado, porque llevo muy mal lo de sonreír falsamente y escuchar conversaciones que aburren al aburrimiento. El último me hablaba de unas cosas tan raras que casi abandono antes del postre… Y eso sí que hubiera sido un sacrilegio. Ay, amigo, el postre es sagrado. Qué felicidad sentir que tengo la capacidad y el privilegio de decidir lo que quiero.

Despedida y soltera. Sí, hay palabras que juntas te ahorran el trago de dar explicaciones. Hay palabras que juntas molan más.